Los ambientes acuáticos temporarios se distribuyen en diversos climas y unidades geográficas. Su característica principal es la de experimentar una fase seca recurrente cuya duración puede ser muy variable (Wiggins et al., 1980; Williams, 1987; Collinson et al., 1995; Williams, 1996; Nix & Jenkins, 2000). La marcada estacionalidad impuesta por la sequía les confiere a estos ambientes un grado de inestabilidad alto en relación a cuerpos de agua continentales permanentes como lagos y lagunas. Si embargo, en algunos casos se puede predecir el tiempo de inicio y la duración de la fase acuática (Williams, 1996). Estos ecosistemas son generalmente muy someros, característica que determina una escasa resiliencia frente a las oscilaciones de variables atmosféricas como la temperatura, los niveles de radiación, el viento, el oxígeno disuelto, el clima óptico, la turbulencia y una gran cantidad de procesos biológicos (Williams, 1996; 2006; Scheffer, 1998).

A pesar de las tensiones ambientales que imponen los episodios de sequía, los cuerpos de agua temporarios son hábitats únicos que albergan una gran diversidad de organismos acuáticos (Mahoney et al., 1990; Taylor & Mahoney, 1990; Vega, 1998). Los organismos que explotan estos hábitats hacen frente a la transitoriedad del ambiente mediante adaptaciones de su ciclo de vida mientras que el desarrollo y persistencia de sus poblaciones se debe en general a una notable plasticidad fisiológica (Wiggins et al., 1980). La capacidad de tolerar períodos de sequía es clave para estos organismos, que deben arrestarse y permanecer latentes en los sedimentos para atravesar esta fase. Los organismos típicos de estos hábitats tales como los moluscos, turbelarios, crustáceos, rotíferos, ciliados y diversos grupos algales, producen formas de resistencia o estadios de latencia, diapausa o anhidrobióticos (Wiggins et al., 1980; Williams, 1987) que pueden representar la mayor extensión en su tiempo de vida (Fugate, 1998). Por otra parte, poseen aptitudes fisiológicas excepcionales para tolerar oscilaciones medioambientales amplias de temperatura, oxígeno, pH y conductividad, que permiten su desarrollo en entornos físico-químicos extremos (Williams, 2006). Este “equipo básico de supervivencia” representa para las especies colonizadoras una mayor oportunidad para el establecimiento de sus poblaciones en dos planos temporales, uno determinado por un hidroperíodo o el ciclo anual de la fase acuática y otro que involucra a los períodos de sequía.